viernes, 4 de julio de 2008

El agente de Sidercor


Fui a cuidar a mi suegro a la clínica porque le habían extirpado una hernia de intestino. No tenía ganas pero nobleza obliga, ya que vivíamos en su casa todavía. Me acuerdo que era martes a la noche porque salí de dar clases en el instituto a eso de las diez y fui derecho. Había estado la tarde anterior mientras lo operaban y presencié el momento en que el médico salió con una bandejita de acero inoxidable tapada con una lona verde, a decirle a la familia que la operación había salido bien. Como percibió que mirábamos la bandejita nos dijo que era la hernia extirpada y que si quería nos la mostraba el muy morboso. Claudia no quiso y yo me arrepiento de haberla visto. Gracias a esa imagen ahora no te pruebo la morcilla ni a palos, con lo que me gustaba.

Antes de entrar a la clínica me compré un pebete de salame y una coca en el polirrubro de enfrente. Pregunté en recepción por la habitación 317 y subí al tercer piso. Cuando salí del ascensor la imagen me predispuso mal. El pasillo a media luz, los ventanales empañados, una silla de ruedas vacía estacionada contra una pared y ese olor a enfermo mezclado con compota que te descompone. Recuerdo que pensé que así debía verse el purgatorio, sólo que en vez de ángeles burócratas ahí estaba la gente a merced de los médicos, lo que considero mucho peor. Mientras avanzaba por el corredor vi que había silencio en todas las habitaciones menos en una, en la que estaba la puerta entreabierta y se escuchaban voces. Para mi mal temple a medida que me acercaba me di cuenta que era la 317.

Golpeé despacito y entré. Mi suegro estaba en la cama más cercana a la ventana. Tiré un “Buenas noches” y las voces contestaron tímidamente. Con mi suegro compartía habitación un anciano de aproximadamente ochenta años, al que lo habían operado de la vesícula y se estaba recuperando. Cuando llegué estaba rodeado de hijos, yernos y nietos, que al ver que yo me acomodaba se aprestaron para irse. Lo raro es que el viejo no se veía tranquilo, por mas que estuviese rodeado de sus seres queridos estaba tenso, y le dijo a la hija con una voz medio vencida por la edad y el post operatorio algo como “no me dejes con José, Marita, vos sabés como es José, por favor Marita, no me dejés con José.” La hija se le acercó a la oreja y le gritó algo como “No te preocupes Papi que José está bien ahora, aparte yo tengo que ir a cuidar al tío y estuve todo el día acá, sino al tío quién lo va a cuidar, eh?” Se notaba realmente cansada. Empezaron a saludar y quedó el viejo con este José, aparentemente su hijo. Cercano a los 50 años, aspecto de sucio y dejado. Estaba vestido con un buzo bordó muy viejo que usaba arremangado y que tenía una estampa que decía “jazz” en dorado y tenía pintado un saxo. Jean gastado, el pelo sucio y revuelto y unas zapatillas de running que ya tenían mas de dos años seguro y que estaban tan mugrientas y rotas que de pedo se les veía la marca. Eran Sergio Tacchini. En el perchero colgaba una parka de corderoy bordó con botones de plástico grandes, del tipo que usan las docentes. El tipo era flaco y alto, y parecía entre tenso y perdido.

Cuando se fue toda la parentela me sentí aliviado. Intercambié las palabras de rigor con mi suegro que estaba un poco dolorido pero bien, le puse dos cospeles al televisor y dejé en una película de un submarino que él me pidió ver.

Abrí la bolsita de Nylon, saqué la coca, la abrí y tomé un traguito como para avisarle a mi aparato digestivo que se produciría el desembarco alimenticio. Desenvolví el sanguche y le hinqué el diente. Era de plastilina el hijo de puta. El viejo de al lado estaba de espaldas a nosotros y cada vez que yo miraba amistosamente mientras masticaba el pebete recibía una devolución tirante de parte de este José.

Cuando terminé de comer tiré todos los envoltorios y dejé un restito de Coca que quedaba en la botella arriba de la mesa del almuerzo, al lado del restito de Seven up y del restito de agua mineral. A su lado yacía un paquete rasgado de galletitas Variedad con sólo unas pocas, apoyado en el equipo de mate.


Volví a sentarme y resoplé porque me bajó el cansancio del día. Apenas apoyé el culo en la silla sentí una voz.

- Disculpame, ¿Ya terminaste?

Miré al otro lado de la habitación y estaba este tal José mirándome, como esperando una sola respuesta posible.

Asentí con la cabeza y me dijo:

- Podés acompañarme acá al pasillo que tengo que hablar una cosita con vos por favor?

Cagamos, pensé ahora el tipo este se pianta con cualquier excusa y me deja al viejo acá toda la noche, a falta de uno tengo que cuidar a dos ahora, la puta que lo parió. Salimos y me encaró.

- Mirá loco, yo no te conozco, pero desde que llegaste que ví que te molestaba mi familia y que te molesta que esté yo acá, porque ví que hacías “mjmjmjmjjm” con la garganta como para que nos vayamos, y mientras comías lo seguiste haciendo, estás carraspeando desde hoy, pero te digo algo: mientras mi viejo esté ahí acostado no nos vamos a ir, y decile a tu gente que deje de seguirme porque ya sé que son ellos, los voy a encontrar y van a saber de mí, me escuchaste?

No podía creer que me estuviese pasando una cosa así, siempre a mí. Le dije:

Pero flaco de qué hablás? Quién te crees que sos? Vos crees que me importa quién carajo seas vos? Ni bola le dí a tu familia, vine a cuidar a mi suegro porque está operado y nada mas y vos me venís con esta forrada loco!.

Quedó regulando. Después de algunos segundos mirando al vacío me dijo:

- Bueno disculpame loco, pero es que desde que me echaron de Sidercor me están siguiendo para ver qué hago y qué dejo de hacer, y cada vez que voy a pedir trabajo me dicen que no tienen y hacen ese carraspeo que hiciste vos. Me quieren agarrar pero no lo van a lograr, los voy a cagar vas a ver que los voy a cagar, mi mujer se fue con uno de ellos que me llevó los nenes también y no sé donde pueden estar. Ellos lo saben todo, yo acá –agarrándose el celular sin sacarlo del estuche de la cintura– tengo el teléfono de la fiscalía y cada vez que tengo un episodio con alguno de ellos llamo y aviso pero ya no me dan ni pelota ellos tampoco ya no sé que hacer, estoy desesperado loco.

Yo estaba recaliente para ese momento, lo quería cagar a trompadas pero me parecía un pobre tipo, aparte no iba a hacer escándalo a las 12 de la noche ahí en la clínica, así que le hice una cara como diciendo chupame la pija, no dije nada y entré a la pieza. Lo miré al viejo como queriéndolo matar y me dí cuenta que se hacía el dormido. Mi suegro me miraba como queriendo que le explique algo de lo que había pasado, porque se había dado cuenta que las cosas no andaban bien. Le hice un gesto con el dedo como que el tipo estaba loco y me lo devolvió con un gesto de que no le diera bola. Al otro día me comentó que a la tarde ya había estado haciendo quilombo y que la hermana lo había cagado a pedo ahí delante de todos. Un agente de Sidercor! Que locura por favor! Está bien que una empresa te pueda romper la cabeza pero a ese nivel? Hay que estar muy loco para pensar que una empresa pone agentes para seguir a un empleado una vez despedido. Muy paranoico.

Cuando me calmé un poquito y ya que no iba a dormir una mierda con un loco así en la misma habitación fui al baño a cargar agua para el mate. José dormía sentado en la silla al otro lado de la habitación. Para no despertar a nadie cerré la puerta y prendí la luz. De paso aproveché para echarme una meada. Cuando estaba meando de espaldas a la puerta tuve la sensación de que algo se movía detrás de la puerta, como si estuviesen escuchando del otro lado, vigilando mis movimientos. Terminé, tiré la cadena, llené el termo y salí. Ahí estaba José haciéndose el dormido en su silla, tratando de imitar la posición anterior y con rictus de falsa tranquilidad.

Decidí que ya había sido demasiado, pero no exploté. Mi viejo decía que a los locos hay que correrlos para el lado que disparan así que decidí ir por ese camino. Lo que no pensé es que iba a ser para tanto.

A los quince minutos empecé a mensajearme con un amigo que trabaja en un bar, y a propósito, cada vez que le mandaba un mensaje lo miraba a este José como analizándolo, aunque él creyera que yo creía que estaba dormido, y cuando mi amigo me contestaba lo miraba y hacía algún gesto con la cara, o anotaba algo en un cuaderno que tenía en la mochila. A los 20 minutos de estar haciendo eso agarré mi cámara de fotos, me paré sin hacer ruido pero haciéndome notar y la puse apagada en la mesa que estaba enfrente nuestro, abajo del televisor. Ahí noté que José se hizo el que tenía frío y se tapó la cara con la campera de corderoy que había llevado, pero dejó un agujerito como para respirar y ver que pasaba.

Entonces redoblé la apuesta. Agarré el discman y me fui al baño. Prendí la luz y me senté vestido en el inodoro. Dejé a propósito la puerta entreabierta para ver qué pasaba. Abrí el discman viejo de mi hermano como si fuese una notebook y me puse un auricular en la oreja y con el otro hacía que transmitía algo. Con la mano que me sobraba hacía que tocaba un mini teclado adentro del discman, y en voz medio baja pero para que me escuchara empecé a decir:

- Atención Zorro Oeste aquí Cóndor de Plata, atención Zorro Oeste aquí Cóndor de Plata, encontré al cachorro, repito, encontré al cachorro, está en la cucha con el perro viejo. Zorro Oeste. La operación es ahora o nunca Zorro me escucha? Ahora o nunca.

Estaba pensando la segunda tanda de palabras de espionaje para decir cuando escuché que el viejo lanzó dormido un gritito agónico y medio microsegundo después un golpe terrible en la puerta del baño me dejó azul del susto. A mi suegro se le deben haber salido todos los puntos internos y externos de las tripas en ese momento. Lo cierto es que estaba este José parado en la puerta del baño, las piernas abiertas como el Coloso de Rodas y con el viejo en bolas al hombro como soldado herido con el culo tipo pasa de uva apuntándome a la cara, pura piel y huesos pobre viejo, se la llevó de arriba. José me miró desencajado, alienado ya pobre y me gritó con toda su voz:

- Por más que me quieran agarrar no lo van a lograr nunca! Decile a Tolosa que nunca va a poder agarrarme ni a mí ni a nadie de mi familia ese hijo de puta!. Acto seguido tomó carrera con el anciano al hombro y se tiró por la ventana del tercer piso que estalló por la fuerza de los dos cuerpos a la carrera. Mi suegro lloraba, yo no sabía que hacer. Agarré todos los adminículos de “espionaje” que había usado y los metí de nuevo en la mochila. En seguida llegaron enfermeras y médicos y mas tarde la policía y los curiosos de siempre. Al día siguiente me llamaron a declarar a la comisaría y les dije la verdad, que el tipo estaba medio paranoico y que lo estuve evitando toda la noche, y que cuando estaba en el baño cagando sentí el golpe en la puerta y que después de gritarme algo que no entendí se tiró. Que tragedia. A mi suegro lo volvieron a coser y se recuperó bastante bien. Por suerte él declaró que estaba dormido hasta que escuchó el ruido de la puerta y el grito, aunque no sé porqué no me trata igual que antes el hijo de puta, pero no me voy a andar persiguiendo por eso.